sábado, 10 de octubre de 2009

canciones de la infancia

The Jonathan Ross Show de fondo. Madre e hijos durmiendo. Diego con su compu y yo, cansada, que de repente me acuerdo de la canción "Duerme, duerme negrito, que tu mama está en el campo, negrito..." y así de otras canciones de la infancia, canciones que cantábamos con mis hermanas en el auto, la Misa criolla por ejemplo (la canto con mucho sentimiento, se la habían enseñado a Ale en el Castelli), un mar blanco de negros trabajando en canon, el Romance del enamorado y la muerte, Naba naguila (o como se escriba) y otras muchas. Mi familia era un verdadero kilombo por muchos motivos pero a todos nos gustaba cantar y no nos privábamos. No sólo en el auto sino después de cenar, cuando venían las chicas y comíamos chocolate para taza con el café. El kinder no participaba, demasiadas mujeres. Marce era la que cantaba bien, siempre participó de un coro, la íbamos a buscar a Coronel Díaz y Charcas como mil años atrás. Uno de los primeros recuerdos (y muy traumáticos) respecto del catolicismo fue una vez que cantó en una basílica. Las estatuas me resultaron aterradoras, la oscuridad y el frío. No sé cuántos años tendría pero me sigo acordando de que después fuimos a comer a Di Pappo y pedimos banana split de postre.
Yo canto a veces con mis hijos pero no tanto como cantaba en ese entonces. Tengo un reperterio muy variado si logro acordármelo. Y no me importa tener una voz espantosa. Cantar es alegría, no importa cuán desafinado seas. Yo quiero ser alegre. Y cantarles a mis hijos para que puedan cantarles a los suyos. Tal vez en diciembre podamos cantar todos juntos, como antes, como siempre. Como cuando comíamos chocolate Aguila y por un rato dejábamos los kilombos de lado y éramos una linda y alegra familia numerosa, sin lujos ni pretensiones.

Aquellos lejanos años felices.

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