jueves, 22 de octubre de 2009

jueves de tianguis

Y yo, haciendo tiempo.

Llegué del club y Milo duerme. Tengo que esperar para llevármelo, tengo que vacunarlo, activar la cartilla de Simón y hacer sí o sí, compras en el tianguis (mandarinas, zanahorias, espinaca, queso, pelis). Me caí de la elíptica. Soy demasiado torpe. No estaba haciendo nada especial, escuchaba música y movía la máquina y de repente, derrapé. Dios mío. Ya ni ganas de llorar me dan con esas cosas, sólo pienso: ¿qué me pasa? Me dolió un poco el tobillo izquierdo pero creo que ya se pasó.

Ayer a la noche fuimos al cine a ver la de Tarantino. Antes, Diego quiso cenar algo. Le sugerí tacos y me dijo que prefería otra cosa. Caímos en un lugar de pizzas, tipo cadena, en donde se comió un minestrone espantoso y un panini para olvidar. Miramos videos en vivo en los ocho plasmas que había desperdigados por ahí. Le dije: me quiero volver. Ahora podríamos estar en cualquier otro lugar, tipo Pierino (justo lo vimos en la lista de los 13 mejores restoranes de no sé dónde y lo había leído en un libro). Me corrés por izquierda, me contestó. Yo no soy tan fana pero el más. Eso sí, sin lugar a dudas uno de los mejores tiramisú, por lejos. Después, una vez en la sala, descubrimos por qué no vamos nunca (creo que fue la primer película para adultos que vi en el cine en el último año). Es imposible. La gente se ríe. Man, se ríe de cualquier cosa, todo el tiempo. Y come nachos con queso amarillo y palomitas con demasiado olor. Pero se ríe. Se rieron, mucho, durante toda la película. No entendimos. Además, había mucha gente (nos sorprendió). Me gustó. Las películas de Tarantino suelen gustarme más con el tiempo. Igual, suele parecerme un groso. Un groso al que zapearon mucho en la escuela primaria, eso sí. Fuiste víctima de bullying, no mames. Los dejé a los chicos por primera vez con Karina. Me dio bastantes nervios pero era imperativo airearse. Hoy a la mañana, antes de las siete, mientras se comía sus tostaditas con manteca y azúcar, Simón se quejó: es bastante mala onda Karina, dijo. ¿Por qué, qué pasó? Pregunté. No me quiso buscar el libro (el libro que mi hijo lee todas las noches), me dijo que no saliera de la cama y que no tosiera porque iba a despertar a Camilo (wtf?!). Me mató. Se fue, me volví a la cama pero no pude dormir más. Ni bien la vi le espeté mis quejas. Le dije lo que había dicho mi hijo y que por favor no nos callara más (sigue con el shh, shhh continuo). Que no pasa nada si el bebé se despierta, que es el tercero y que nació en una casa con ruido. No puedo sacar ninguna conclusión, se me quedó mirando con una cara medio diabólica y yo me fui rápido. Después lo dejé con muchas reservas pero lo dejé (no sé si soy medio un monstro, por dejarlo...). Me asusta un poco el tema. Igual, no sé qué hacer. Por otro lado, la llamé a Jose para ver cómo seguía. Le dije que se viniera a descansar acá. Me preocupa que esté sola, sintiéndose mal en Tlanepantla. Me contó que fue al médico pero nada de lo que dijo tiene demasiada lógica. No sé. Difícil.

Ayer estaba de buen humor y cuando estoy así, doy verngüenza. Bailo y canto en lugares públicos sin que me importe nada. Mi marido mira para otro lado pero se ríe. No tiene mucha autoridad, a pesar de pisar los cuarenta, me toquetea sin complejos cuando le pinta. No somos muy serios.

Y no mucho más. Sí tengo que trabajar, no, no tengo mucho tiempo.
Mi hijo se despertó y las fotos del flickr ya se cargaron. Time to go.

Así las cosas.

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