lunes, 26 de octubre de 2009

horario de invierno

Ahora sí comienza una nueva etapa. Amanece temprano, oscurece temprano. Mucho más acorde con el ritmo de esta casa. Y con el de muchas casas. Simón se va de día. Nos dimos cuenta por los aparatos electrónicos que hicieron solos el switch. Yo hubiera jurado que era la semana próxima.

No fue un gran fin de semana. Para nada. Diego estuvo malhumorado, fastidioso, molesto, agobiado, silencioso y un montón de adjetivos más. Eso sí, ayer me trajo un super desayuno a la cama (hizo hotcakes y tostaditas, lo primero no como) y después lavó todo, dejando la cocina cuasi perfecta. El único gesto. Por lo demás, mucho maltrato. Nadie se da cuenta porque es muy sutil, es sólo la mirada de fastidio por todo lo que digo o un gesto de más. Me fui a dormir detestándolo. Encima, Tita volaba de fiebre. Ahora está a mi lado, con sus pantuflas de pato, charlando. Ya se siente mejor. El bebé duerme. Un milagro. No sé si es porque lo abrigué bien. Esto de ser medio despreocupada por ahí no le pega bien al sueño. De todas maneras, se despertó quinientas veces durante la noche: teta y ponerle el chupón. No es fácil. Yo tampoco me siento bien. Mucho dolor de garganta y un poco de pecho y cabeza. Hace años que no hago gimnasia. Karina, siendo menos de las ocho y media, obviamente no llegó. Malísimo. ¿Vendrá? Con Jose ya no tenía estos padeceres, había una certeza que ya no tengo.

Tengo que cancelar el trámite de la embajada, imposible por muchas razones. Tengo que llamar al pediatra y al gastro (todavía no lo logré), laburar, pasar por la editorial, depilarme. Igual, sólo tengo ganas de ver Sex & the city. También tengo que ir al super, esto de no comprar pan procesado es sano y rico pero bastante impráctico, tomé la idea de Xime y funciona pero es un trabajo más. Llenaré el freezer de bolillos.

En fin.

Así las cosas. Con más luz. Por ahora.

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