miércoles, 13 de octubre de 2010

Hace mucho que no me sentía así de aplastada. Se me cerraban los ojos a la noche, después de larga cena con padres y como siempre, charla intensa. Nunca hablo tanto. Ni de tanto "tema". La plática matrimonial suele discurrir entre trabajo y algún otro tema muy cotidiano. A marido no le copa mucho hablar de cosas. No leí ni vi nada en cuevana ni siquiera prendí la tele para ver el rescate (la tele y yo tenemos cero onda). Pelotudié y a las 11pm apagué la luz y simplemente, después de pensar un rato, me dormí. El cuerpo pesado hundiéndose en el colchón. Marido llegó en algún momento, le pregunté cómo le había ido creo que me dijo que bien y seguí durmiendo. De todas maneras, antes de que llegara lo extrañé, me desperté y un poco de desasosiego, ganas de tener su cuerpo al lado, de que me abrace. Por suerte me volví a dormir. Pero a las 4.45 sonó el despertador y le pobre, habiendo dormido tres horas y cacho, se tuvo que ir. Ayer a la mañana había sacado la ropa (tres cosas llevó) y yo le armé la valijita. Me dio un beso y se fue, yo había bajado a hacerle mamila al bebé. Cuando sonó el despertador a las 6.40 madre se ofreció a ocuparse de Coco así que sólo bajé a su ex cuarto (no aguantó la soledad y volvió a donde siempre, a dormir con sus hermanos en el cuarto grande -son dos cuartos unidos- creo que lo pasaremos al que ahora funge de cuarto de huéspedes y armaremos el de visitas abajo: todos tienen baño en suite, delirio) a buscar la ropa y me volví a la cama. A las 7.35 vestí a Tita dormida, bajé a armar desayuno y etcéteras pero padres, muy amablementes, se ofrecieron a llevarla a la escuela y portaron al baby por lo cual volví a la camuch a babearme plácida. Antes había tenido sueños agradables, de esos que quieras seguir durmiendo por siempre.
Sin embargo, tengo un bajón, así, sordo. Un sentimiento de nadie me quiere tatuado en el espíritu que no me deja en paz. Y otros etcéteras iguales que siempre además de una fiaca inconmensurable. Ahora iré al super con madre para dejar provisiones y al rato llega Lupis a darme una mano con la ropa que es lo único realmente descontrolado. Marido aun no me llamó y yo quiero que lo haga. De verdad lo extraño mucho. La soledad no es para mí: está comprobado.
En fin.
Así las cosas, chicos.
Planas.

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