domingo, 24 de octubre de 2010

Por qué me gustan los treinta

Bah, más que gustarme: estoy enamorada. Posta, eh. Me di cuenta ayer, después de hablar horas por teléfono con Xime. Bueno, terminé de darme cuenta porque hace rato que lo sé. Resulta que me quedé sin interneta por un día. Un día entero, man, casi me muero. Soy una yonki de esta mierda, Cablevisión no se puede dar el lujo de hacerme algo así. Por suerte después de caer en el pozo de la tristeza más acabada (por la soledad, no por la intenert) salí al parque en joggineta, al cumple de vecinito e interactué con los amigos de la plazuela y el bajón se fue yendo como la bruma de la carretera. Llamé a Lau y me invitó a comer paella a su casa. El sol brillaba más fuerte, hice algunos comentarios graciosos con algún latinoamericano con el que hablaba Lisa, dejé a Milo con María mientras me bañaba y al toque vinieron los B a buscarnos. Somos un batallón (nosotros, los A-B). Comimos rico, nos reímos aunque Pau nos tiró a palazos a Giorgio y a mí justificándose en el amor que nos profesa (en mi caso era, como siempre, inmerecido: suelo ser mejor amiga que cualquier otra relación, POSTA) y después del exceso alimenticio nos devolvieron al hogar (no quise ir en mi coche porque tiene una llanta enrarecida). Entretanto, marido se pasó el día en el foro sol y voló a las 5pm a Guadalajara para aterrizar hoy a las 9am acá y volver directo al foro sol nuevamente (ah, por cierto pueden entrar a http://www.coca-cola.tv/ y ver lo que está haciendo). Sin internet me volqué al word y al tel, claro, como ya dije. Los chicos miraron peli y se fueron a dormir, por suerte también habían comido mucho (Walter se lució con una paella choncha, llena de mariscos, chorizo, pollo y demás).

Entonces: me copan los 30 porque ya nada importa. Porque uno sabe lo que quiere y lo que no quiere y no hay imposiciones externas ni tantas dudas ni sufrimientos externos. Porque uno además conoce sus propias limitaciones. Porque re da dejarse ser. Hablando de parejas y elecciones Xime me dijo que soy muy avant garde y yo me reí. Estoy convencida de que uno tiene que hacer lo que se le canten las pelotas y que los imperativos sociales no existen. De verdad. Nadie tiene por qué estar necesariamente en pareja ni reproducirse, esa me parece hoy, en cierto medio socio cultural, una imposición todavía más fuerte que la heterosexualidad. No, man, uno puede ser feliz de muchas maneras. La convivencia, la pareja en sí, implica muchas concesiones que no todos están dispuestos a hacer. Ni te cuento los hijos. Es un puro ceder. Digamos que alimenta el narcisismo (si todo sale bien, claro porque encima las cosas no suelen ser como uno las imagina) pero te descentra de un modo imposible de reproducir en ninguna otra circunstancia.  En fin. Ya sé que es raro que lo diga yo, siempre es raro pero no me importa. Tampoco. Descubrí que en cierta manera logré ser feliz internalizando que mis elecciones fueron para salvarme: y lo logré. La locura está a la vuelta de la esquina y a mí la estructura me sostiene. Punto. Después sé que: no puedo trabajar en una oficina todos los días de mi vida de 9 a 18 porque no lo soporto. No nací para eso (excepto que en algún momento lo necesite y este blog se autodestruirá en 20 segundos) y no vale la pena que lo intente. ¿Qué más aprendí? Ah sí, nunca voy a ser linda pero eso no tiene importancia. La vida es actitud y me la pela lo que digas (ser "normal", en términos amplios, parece que tampoco es algo que nunca vaya a suceder y bastante a mi pesar, eh). Y algunas cosas más que no dan para este espacio (ja, lo jugoso siempre es lo indecible, OBVIO).

Bueno, voy a *navegar* un rato (¿podés creer que así se le decía al webeo en los 90?) y cuando termine Toy Story 3 acostaré hijos mayores (no sé si es Blue Ray pero se ve muy impresionantemente bien).
Bueno, chicos.
Así las cosas: los re extrañé.

1 comentario:

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo (con la parte en que expresas tus ideas acerca de lo hacer lo que se nos canta y que los imperativos sociales nos chupen, claro). Lo importante es preguntarse muchas veces, siempre siempre, qué queremos. Saludos platenses.