viernes, 6 de febrero de 2009

llegaron mis padres, mi marido se rayó

Ayer a la noche, como un fósforo que se prende de repente, se encula y no recula para ser clara. La dormida fue una tortura, Roberta se pasó a nuestra cama super temprano, de hecho yo aún estaba despierta pero sin fuerzas- Diego nunca se toma ese trabajo, es de lo que considera que no le corresponde, como atender el teléfono o muchas otras- me dieron contracciones, el dolor de pelvis no ceja y empeora día a día (esto es nuevo, eh, en los otros embarazos no tuve dolores constantes) y no entraba bien. Diego se quejaba del frío como si yo fuera la culpable (sí, así de inentendible puede ser un marido, believe it or not) y en un momento Tita empezó a llorar porque Diego no sé qué hacía con el brazo y le molestaba, le dije que viniera de mi lado y marido no osó correrse un poco más afuera por lo cual mi enorme humanidad y yo, no entrábamos en el hueco que nos dejaban los más Alvarez de la familia. Sí, tienen un carácter muy parecido, nada que ver con el de Coco y yo que cuando estamos de buenas somos adorables. En fin. Una noche de merda. A todo esto, mis padres habían llegado a las once y entraron por la ventana pero no les hice muchas fiesta por todas circunstancias. Sé que debo desprenderme de su mal humor y que no soy yo específicamente el detonante de su raye (soy yo más otros factores) pero venía todo tan bien y tan tranquilo que me apena y me estresa que las cosas se pongan así.

Padres trajeron miles de regalos de ropa para niños y yo. Mucho para el no nato que ya tiene un cajón lleno de conjuntos de algodón. Una cartera hermosa para mí y un par de básicos de tamaño gigante (el que porto, para ser sincera). Me quedan tres meses y tengo muy poco para ponerme y lo más grave es que después de parir tengo igual de poco. O peor, no sé cuándo me entrará mi ropa pero de todas maneras, de la de tamaño normal ya casi no me queda. Veré en su momento, más duro va a ser el mientras.

Ayer intenté mirar televisión mientras comía, a eso de las dos, un plato de fideos. Imposible. No nací para mirar tele, me aburre soberanamente. Soy incapaz de hacer zapping y no me engancho con nada. A la noche consumimos mucho Cnn y el noticiero de Televisa (inverosímil, lo sé). Y nada más. Así que por ahí no tengo problemas, no voy a idiotizarme aún más por culpa de los rayos catódicos. Cuando mis padres terminen de bañarse entraré yo e iremos a Costco y a Campanita. Tendría que hornear pasteles (también puedo hacerlo mañana) y después buscaremos a Simi y lo dejaremos en la oficina, le toca hacer un casting.

Así las cosas. Podridas una vez más. ¿Por qué será que la armonía dura taaaan poco? Tristísimo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

una tontería mi comentario pero no lo puedo evitar. a pesar de que es un plomo tener a los padres en la casa interrumpiendo la rutina familiar, es una suerte que los puedas ver tan seguido. yo veo a mi papá sólo unos pocos días al año, a mi mamá un poco más, aunque no mucho más, y siempre pienso que posiblemente va a ser así de aquí en más y me da mucha tristeza.

la cronista