martes, 7 de junio de 2011

devaneos

Hace días que me ronda un tuit muy sabio de Juan Terranova, en menos de 140 caracteres logró condensar el problema de nuestra generación: "Yo había decidido dedicarle mi vida a los libros, pero un día llegó Internet."

Es muy temprano y ya no queda casi nadie en la casa. Tita tenía que estar en el cole a las 7.40am porque se van de excursión así que la llevó marido y Coco se plegó a la movida en lugar de ir en el camión. Yo me hago cargo de la máxima de Terranova (su nombre siempre me hace pensar en lo importante de haber sido llamado de una manera pregnante) y pelotudeo en la red en lugar de leer. Milo grita todo el puto día no sé bien por qué. Ah, sí: quiere que baje a desayunar (cosa que ya hice), quiere que lo ayude con las sartenes que transporta de un lado a otro (sí, no juega con otra cosa que no sea implementos de cocina reales) o se queja de vaya uno a saber qué pero constantemente. No hace frío y parece que va a haber sol. 

Anoche retomé El yo y el ello. Es uno de mis libros crónicos de la mesa de luz. El problema es que al no tener continuidad y al no tomar apuntes más que en el propio libro, pierdo el hilo y me quedan hilachas conceptuales extravagantes. Igual, lo terminé y pasé al próximo ensayo sobre desviaciones sexuales. Cuando habla de invertidos te das cuenta de lo antiguo de la teoría, claro. Pero no deja de ser apasionante. Comí un exceso de chocolate, estoy obesa once again pero tengo poca voluntad. Mi hijo menor sigue gritando, cada vez más fuerte. Se escucha: mamiiiiiiiiiiiiiiii, desde abajo.

Yo leía a Freud en el sillón mientras marido agarraba planos, hacía videítos y también comía choco. Y cuando le cité un párrafo muy pertinente respecto a la angustia sobre la muerte, me sacó de la biblioteca un libro de Kierkegaard. Había olvidado que marido leía mucha filosofía antes de la banda ancha y supongo que fue eso también lo que me enamoró de él. Yo subí y él se quedó arreglando algo del Outlook (no sé, no puedo creer que use Outlook en lugar de Entourage o, en el peor de los casos, Mail). Voy a leer un rato algo que no sea digital (al menos en su origen), iré a hacer gym y después tengo entrevista en potencial cole para bebito (que por cierto sigue llorando, cada vez más fuerte, su capricho me supera).

Hace días que me persigue una inquietud. ¿Cómo es posible que dos sujetos vivan una misma situación de manera muy dispar? Considero la sensación de estar viendo otra película  como una de las posiciones subjetivas más humillantes. Yo, que soy esclava de la hiperconciencia y el hiperrealismo, no soporto la divergencia perceptiva. No suele sucederme muy seguido y soy cada vez más reacia a las elucubraciones y formulaciones de hipótesis tan caras a las féminas. A mí me gusta saber cómo son las cosas. Objetivamente (ponele que eso exista). La masturbación me cabe sólo en su acepción literal, la simbólica me aburre sobremanera.

En fin.

Y no mucho más, chicos. Tengo que buscar a Tita cuando llegue, llevar a Simi a tenis, después taller y a la noche creo que cena de chicas porque Marian sigue in town y todavía no nos reunimos nunca (ya casi se va, de hecho).

Así las cosas.

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