miércoles, 7 de julio de 2010

ahhhh, orale

Todo tiene explicación. Las lágrimas agolpadas en el rabillo del ojo. Cuatro semanas exactas, precisión helvética, un ciclo cerrado. Hormonas. Y el tiempo gris. Amanece horrible y de a poco va despejando.
Freí milanesas y auné coliflor con salsa blanca más parmesano y a gratinarse. Cenamos en relativo silencio y me metí en la cama temprano después de luchar con la frustración de mi hijo porque a las once de la noche lo saqué del parque (habían hecho una fogata con sus amigos más grandes y no entendía que todo, finalmente termina; teniendo en cuenta que había ido con otro amigo a ver Toy Story 3 por segunda vez y que había dormido en lo de Ilán la noche anterior, la explicación sobraba). Leí unas páginas y me dormí, profundamente, con los besos tiernos de marido.
Antes me había colgado con entrevista a científico volcado a las neurociencias. ¿Por qué no me dediqué a algo serio? Justo y casualmente, nos lo cruzamos en la inaguración del local de Maru y el hiato. Extraño esa dimensión que tienen mis amigos en Buenos Aires, una pátina menos de frivolidad, un estar haciendo otras cosas. Eso me dejó sorprendida. Ganas de un ahí con otros intereses, otra mirada.
A las 6am me desperté, con la recurrencia de lo que no vale la pena. Cosas de trabajo. Que ya no. Gente que no. Oh no. No.
Trabajar antes de las 8am.
Al rato super con todos los hijos. Antes ¿me tiño? Fiaca mal.
No gym. Not today.
Ayer otros 45 de patinadora.
Soy gorda.
Cené chocolate con dulce de leche. Además de culpa, claro, me agencié una acidez espantosa.
La dimensión del hacer.
Me falta.
Marido estresado. Con motivos.
Hijos de vacaciones.
Hoy, tal vez, los lleve a patinar sobre hielo. Aquellos años felices de Madison Rink con Marce, mimejoramigadelaprimaria. Su padre nos llevaba seguido, después del colegio. Mis padres, obviamente, no hacían esas cosas. Creo que replico un poco con hijos.
Leve ostracismo.
Analista que no devuelve los mensajes. ¿What?
Y así.
Así la vida.

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