sábado, 10 de julio de 2010

sobre más lluvia, decoración, planes y salir del pozo

Suena Seu Jorge mientras afuera diluvia. Marido sale a ver si mi auto vuelve a inundarse, tal como lo encontramos al mediodía, la parte del acompañante completamente cubierta de agua, una pileta infecta con un cd flotando sobre la alfombra gris. Las lámparas dan una luz tenue, los chicos se acaban de ir a dormir. Son casi las diez de la noche. Reordenamos un poco el living y el comedor. Hicimos listas y planes y en un rato, seguramente, miraremos una peli. La casa, nuestra casa, debo decirlo es más linda de lo que creo. Llena de ventanales, luminosa y verde, tiene su onda. Nuestras cosas tienen su onda y, además y principalmente, son nuestras cosas. Las que fuimos juntando, con esfuerzo, en estos nueve años juntos. Uf. Puede estar mejor, sí. Pero es alegre y personal e invita a tirarse a tomar un té con cosas ricas ¿qué más querés?
Fuimos al museo del juguete que no es más que un depósito lleno de cosas viejas que  si sos muy fan te puede copar pero claramente necesita ser ordenado, limpiado, curado y luego relanzado. Eso sí: confirmó mi certeza de estar haciendo bien cuando agarro bolsas de basura y tiro/regalo todo lo que puedo (como el jueves que hubo razzia en el cuarto de los chicos). Detesto la proliferación de objetos inútiles del capitalismo. Los de plátisco por sobre todas las cosas. No tengo fetichismos, no tengo alma de coleccionista y no tengo apego. Presto, regalo y pierdo muchas cosas, todo el tiempo. Ni siquiera con los libros. A algunos objetos les tengo más aprecio pero nada más que eso. Diego, por suerte, pensó lo mismo.
Después comimos en parrilla argentina bien pero sin pena ni gloria, yo no demasiado por mis problemas que ya conocemos. Y de ahí a centro comercial a que marido se compre pantalón, dos cositas en Zara home y un juego para la wii (eso también lo detesto pero si compramos una wii y después no compramos más juegos, bueh, algo no está bien o al menos no es coherente y este debe haber sido el primero en más de seis meses). Además, terminaron bien las clases, no nos vamos de vacaciones, qué se yo. Fue más de lo que puedo tolerar en Best buy pero marido e hijos son fan (no sé bien qué miran, tocan instrumentos, prueban juegos). Yo, bueno, yo ya sabemos que en la vida lo que más quiero es leer, escribir, mirar pelis y no muchos más (puede que chatear y hablar por tel también entren y garchar pero lleva poco tiempo). A veces hacer gym con el ipod a todo lo que da. Tirarme con amigos a tomar el té o a cenar y fumarme un porro o, muy de vez en cuando (cosa que no sucede hace ya muchos meses) bailar hasta que me duelan las piernas. Por lo demás, los paseos consumistas los detesto. Los paseos culturales me gustan un rato y si es con mayores porque los niños rápidamente se quejan. Marido tiene ritmo distinto. Se para, mira, lee y yo ligo el suplicio de los críos. Yo me voy con la big picture en la retina, el detalle, en todo, se me escapa (sí, sí enorme defecto).
Ahora marido se hará tostado de pan árabe, jamón y queso y veremos (ah no, me habla del pulpo Paul, perdón chicos que no lo haya nombrado antes, estuve muy distraída autocompadeciéndome).
Me pregunto por qué seré tan poco clavada, por qué, por ejemplo no investigo sobre literatura y cine nórdico, siempre tuve una especial empatía por sus temáticas, estéticas y psicologías. Me interpelan. Buen plan.
Salgo, de a poco, del período más negro de los últimos años. Un basurismo estructural que me volvió un monstruo horrible, la persona que no querés ser. Nunca. Un despojo. Literalmente. Y todo porque soy yo. Nada más ni nada menos. Sin estímulos externos reales. Yo y lo que (no) soy. O peor, lo que realmente soy. Ese reflejo que te pone en jaque y provoca (auto)odio. El peor de todos. Aunque marido, claro, me dice, en un momento cualquiera: no te soporto. Y en otro, semi en chiste: te regalaría. No, eso no. Hablando de regalar objetos dice: empezaría por vos. BUUUUUU. Marido, no hacemos esos chistes con Julieta hecha una bola deprimida y sensible. Oh no, no.
Cuando terminamos de darle un leve twist a la parte de abajo pensé: ay, qué ganas de hacer una fiesta y que vengan todos. En Buenos Aires, una buena fiesta, con la mejor música del pipu. Ya vendrá. Porque a veces, te juro, soy una copada. Y te hago chistontis, eh. Que @diegoblif y yo vivimos juntos veinte años. Mientras padecía el paseo por el monstruo tecno pensé que el mundo también debería conocer los chistontis de ale pero no creo que vaya a suceder nunca.
Mientras, bueno, mientras buscar el camino, intentaré hacer maestría con Ile, seguiré criando hijos y blah blah blah.

En fin, guys.
Así las cosas.

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