viernes, 16 de julio de 2010

esta noche saldré a emborracharme

No pretendas que yo vuelva a buscarte
porque es mi corazón el que rompiste
y quiero curarme, esta herida mortal no para de sangrarme
y me voy a quedar en el bar sólo para olvidarte.

Corría agosto del 95 y volvíamos de cantar esta canción todas, absolutamente todas las noches. El viaje de egresados podría haber sido mucho más divertido si nos hubiéramos revolcado todos con todos, si nos hubiéramos drogado juntos y no hubiéramos sido unos pendejos enroscados. Pero fue lo que fue. Volvimos y yo me enteré de que me había llevado física. La única materia del todo el secundario. La había levantado todos los años pero ese no. No me importó. Salí cantando del colegio porque pasaba Nico B a buscarme, en el auto de su papá, para ir a pasear por Belgrano. No sé qué hicimos exactamente. Supongo que almorzar y pelotudear por ahí. Había estado enamorada de él desde los 12. Con lágrimas en mi diario íntimo y una foto carnet envuelta, enganchada con un clip. Muchas vacaciones familiares pasadas juntos y sufriendo MAL. Esa tarde no pasó nada. Al día siguiente fuimos a comer un asado a su casa y nos quedamos en su cuarto, él tocando Wish you were here en la guitarra. Era imposible no enamorarse de alguien que vivía en Boston, estudiando composición de jazz y que iba a Buenos Aires dos veces al año.
Esa noche, después de lo de la guitarra, fui a cenar con mi amiga Fifi, que veraneaba con nosotros, y de ahí a una fiesta en donde estaba. Cuando me dejaron en casa se bajó a saludarme y me besó. Yo, de verdad, no podía creerlo. Felicidad. Dolor de panza. Sentir que el mundo se deshacía a mi alrededor. Subimos a mi casa y nos revolcamos en mi cuarto, con mis padres durmiendo en el suyo. A las horas se volvía a Boston. Por su hermano, la noche siguiente, me enteré de que le había dejado un chupón en el cuello. Ese domingo cenamos, una vez más, las dos familias juntas.
Eran idas y venidas, cada viaje a ver qué pasaba. No existía internet (por suerte, sólo se podía llamar por teléfono y cortar, una vieja práctica muy utilizada por entonces). Hasta que se puso de novio y nos vimos en el cumple 21 de Pau y no pudimos ir a coger. Y no me llamó más, entonces a la semana lo llamé y lo mandé a la mierda. Fue muy liberador.

Bueno, es una historia con final feliz. Después de muchos años de amor tortuoso, de no ser correspondida, etc,  me enamoré de verdad, de un pibe que se enamoró de mí y la vida tomó otro sentido.  Aunque a veces me acuerdo de la adolescencia, de la angustia y de la intensidad de todo y me da entre nostalgia y alivio.

En fin.
Igual hoy es un día para emborracharse. Lloré con Schrek.
Cantinero sirva otro tequila que invita mi herida...

2 comentarios:

Marga Fabbri dijo...

es verdad! me hiciste acordar de esas llamadas de larga distancia, donde llambas, escuchabas el bip del cobro internacional y el delay, hola y cortabas; también estaba la posibilidad de encontrar un teléfono público de entel pinchado y hablar una hora parada en la calle......cómo vivíamos sin internet?

j. dijo...

Dos, por favor. Y pago yo.