jueves, 2 de septiembre de 2010

adicciones y ascetismo

El problema con hacer aparatos es que el peso es adictivo. Empezás con que no, que mejor muchas repiticiones pero sin nada y te vas copando. Lucho contra eso, no quiero ponerme grandota, no me gusta. Entonces, sin peso no me cuesta y mientras muevo piernas o brazos canto a voz en cuello lo que el shuffle me da (que por cierto, mi ipod necesita un refreshment con urgencia, hace cuatro años que casi casi no le cargué cosas nuevas). Pienso, entonces, mientras me subo a la elíptica si estaré en el camino hacia la VERDAD. La falta de alcohol, drogas y ahora grasas en mi vida me rompe las pelotas. Me aburre. Soy aburrida. Pero no tengo ganas de luchar contra eso. Así de simple. En el sauna concluí que así como los reventados luchan contra los vicios yo, que naturalmente soy sana, abstemia y cero drogas, debería hacer un esfuerzo. Pero no quiero. Cuando pinta, pinta. Tampoco salgo entonces se dificulta. Y no tengo particulares ganas de salir acá. Después voy a Buenos Aires y compenso el año. Acá simplemente no me fluye. Hoy, de hecho, marido tiene fiesta de presentación de un programa y yo no voy. También porque es las 8pm en el centro y debería salir demasiado temprano. Estoy cansada. Duermo mal hace días y prefiero quedarme mirando The wire y comiendo las quesadillas de rigor.

Soy asceta por naturaleza.

La voluntad, entretanto, le ganó a la tentación y adelgacé 3 kilos. Con un kilo y medio menos sería lo más flaca que puedo ser. Pesar menos de 57 en mí es cuasi imposible (además, sabemos que los músculos y esas explicaciones extrañas). Así como el ascetismo fluye, la flacura no. Es un esfuerzo y ahora, bueno, decidí hacerlo. Está bueno. Es satisfactorio. De todas maneras, en el camino perdí todo interés en la comida. A veces ella y yo no tenemos nada que ver. El problema es que mi familia lo padece, claro. Más con el extremismo contra las esencias artificiales. Si mi refri siempre fue triste ahora es tristísimo. Pero ni modo, está bien. La alacena, ni te cuento: una lágrima.

Por cierto, me encontré con marido por ahí y pegamos onda. Está bueno pegar onda con el cónyuge. Ya entendí: las relaciones maritales son como un electro. Así las curvas.Y el sexo no tiene nada que ver, eh. Uno puede estar en otra galaxia y de todas maneras garchar mucho.

Por lo demás, si tuviera un programa de radio, ponele, mi vida sería perfecta. Ahhhh, viste, soy capaz de ser feliz con nada. Con nada particular. El lunes marido se va a Miami. Lo único malo es que me toca llevar a Tita al colegio todos los días: un torre.

Bueno, a laburar, man. Le pasé a Carmen mi psico y me llamó diciéndome que la amaba. Dijo exactamente lo mismo que yo la primera vez: quiero quedarme a vivir. Buenísimo. Somos dos (y no estoy tan loca).

En fin chicos.

Así las cosas.
Con un poco más de lustre. Veremos cuánto dura (a la tarde ya empieza la rutina infame de piano y tenis así que presumo que el próximo post será un poco más malhumorado!).

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