martes, 14 de septiembre de 2010

Cuando hay mucho tráfico leo tuiter mientras manejo. A la mañana yendo a Polanco casi choco en el puente de Tecamachalco leyendo un mail. No da. Y después, cuando volvía con Simón y Miguel del colegio vimos cómo un coche vuelcaba sobre Reforma. Se dio contra el boulevar y dio vuelta en cámara lenta. Nosotros estábamos a una cuadra. Me impresionó mucho. Por suerte cuando pasamos, la mujer que manejaba salió caminando por la ventanilla. Parecía en shock y con algún golpe pero nada más. Fue un alivio. Cuando estoy triste y rayada (tipo hoy) suelo manejar con la pierna izquierda flexionada sobre el asiento, la mano apoyada en la rodilla y algún dedo adentro de la boca. Ninguna de todas es una buena costumbre. Y con estos ánimos me dedico a putear a todo el que tengo cerca, en voz baja, claro. Porque cuando estoy bajón me vuelvo para adentro y hablo menos que de costumbre. En mi vida cotidiana hablo mucho menos de lo que podrías imaginar. De hecho, soy cuasi callada. Hago chistecitos pero por lo general estoy metida adentro de mi cabeza, reconcentrada, meditabunda.  Me cuesta relacionarme (y cada vez más).

En Le pain quotidien me clavé un media hogaza de pan que sorprendentemente estaba tirada en la mesa junto con tres frascos de dulces (damasco, fresa y chocolate tipo nutella) que pensé que eran cortesía y me pareció una genialidad. Obviamente estaba equivocada. La media hogaza en realidad fungía de soporte para la carta (y el pretérito nunca fue más certero porque Graciana y yo lo atacamos sin miramientos) y los frascos habían quedado de un desayuno anterior. No me importó. Le di a todo sin piedad (me di cuenta después de cómo eran las cosas, claro, soy bastante cándida) y mi aparato digestivo de monje budista que se equivocó de carcaza lo sigue padeciendo (la limonada también me cayó como el orto). De hecho, llegué con los chicos y sin comer me hundí en la cama hasta que fue la hora de llevar a Simón a la dermatóloga. Ganas de cualquier cosa: nulas. Llovía copiosamente y me moría del sueño y del bajón pero no caí en la tentación de suspender. Cuando llegamos al menos había amainado, encontramos lugar para estacionar en la calle y caminamos un par de cuadras de la mano. Simón todavía me quiere dar la mano. La gente me mira mucho en los ascensores. Veo tan pocos humanos últimamente que debo tener una actitud corporal extraña.
Podría haberme malhumorado mucho cuando la señorita me avisó que había 3 pacientes antes que nosotros aunque ya casi era la hora pero en lugar de eso llamé a marido que tiene la oficina a tres cuadras y le dije de ir a tomar algo. En el bar preguntó si tenían un sandwich con jamón pero la señorita le avisó que era kosher así que se contentó con un tres quesos, yo con una coki  y unos mordiscos y Coco con un cupcake de chocolate. La dermatóloga no nos cobró. Eso bien. Pasamos a buscar a marido por la esquina de la oficina, putié a cuanto idiota me crucé por el camino y ahora estoy acá, en el sillón de la sala de tele con hijos mayores y marido por ver el 8vo de Mad Men. Esa serie me alegra un poco la vida. A pesar de ser oscura y desoladora. La empezamos a ver en HBO cuando salió, nadie hablaba, fue como un hallazgo. De hecho vimos las dos primeras en la tele. Parece una antigüedad absoluta.
Todo lo demás me tiran para abajo, ponele. Pero sólo ponele. Detesto la perspectiva de los cinco días feriados y detesto también la huida de mi extrañísimo buen humor de las últimas tres semanas. Una pena eh, me caía bien ese mood. Pero soy yo. Y ni modo.
En fin, guys.
Si alguien quiere tirarme una buena la recibo con mucha onda, eh. Mucha.
Así las cosas.

4 comentarios:

cronista sentimental dijo...

no te puedo creer que te comiste ese pan! parece viejo y duro... simpre que lo veo pienso que usan los del día anterior para sostener el menú. ¿en méxico es tan caro como en nyc le pain quotidien?

JB dijo...

soy muy hija de puta y me cayó como el orto. es muy caro y no vale la pena pero sólo tomamos una limonada cada una y el pan este con el chocolate. no tengo perdón!

cronista sentimental dijo...

no me parecía tan malo a mí, tal vez porque en mi barrio los cafés eran medio una desgracia o tal vez porque me pasé ahí horas estudiando para un examen y mirando los panes que sostenían los menúes...

1.65 es la altura ideal, en mi opinión.

JB dijo...

no sé, yo comí una vez y me pareció malo y caro. el mozo nos vendió la limonada como si fuera re canchera y fue super x. el pan de los menúes, bueno, me cayó para el orto pero eso es porque soy una impresentable.

yo creo que 1.70 debe ser ideal, no? 1.68...yo soy definitivamente normal.