sábado, 18 de septiembre de 2010

¿cuál es el límite?

Terminamos de ver Funny people. Me gustó pero le sobran 45 minutos. Aprox. Ahora marido e hijo mayor miran Los Simpson. A mí no me causan gracia, para nada, desde siempre. Es obvio no. No soy ese tipo de persona. Ellos sí. Hoy, mientras íbamos a patinar sobre hielo le dije a marido que ya no me quejaba. Es más, ayer subí la apuesta y dije que soy un sol como esposa. Nadie estuvo de acuerdo, claro. Peor: mi amiga Paula no me acuerdo en qué contexto dijo, sí, sos un solcito y casi se tira al piso a reírse. A veces hay un gap mayor al esperado entre la percepción propia y la ajena.
Pero hoy tuve un par de horas de una paz inusitada, felicidad te diría, tipo: qué hermosa familia tengo, mi marido es el hombre que mejor cocina (de los que conozco) por lejos, mis hijos son divinos, etcétera.  A las 6pm ya estaba fastidiada porque no decidían qué comprar en el super, porque el fuckin cajero tardó en cobrarnos por hacer no sé qué carajo, porque marido insistió en que habíamos estado menos de dos horas y cuando llegamos a la salida nos habíamos pasado por 12 minutos y tuvo que subir un piso a pagar en la máquina de prepago. Y así todo. Igual, bueno, eso es la familia. Sabelo. De todas maneras estuvo bien. Comimos una carne al horno y papas con cebolla deliciosa. Marido hace todo rico (exactamente lo contrario que yo). Con twist. Después patinamos los dos mayores y yo. Bueno, en realidad, patiné yo. Los chicos no saben patinar en tierra así que no se largaron mucho sobre el hielo. Roberta más que Simón. Eso sí: patinar es como andar en bici, no te olvidás. Hacía 20 años creo que no me subía a unos patines (marido fue a hacer la cena, tiene razón cuando me dice que me gané la lotería) y fluyó. En la primaria el papá de Marce, mi mejor amiga, nos llevaba muy seguido a Madison Rink, quedaba a dos cuadras de la escuela y nosotras salíamos a las 12.15pm. Yo iba una o dos veces por semana a la casa y muchas me quedaba a dormir. El pobre de marido se quedó afuera con Milo. Nunca patinó sobre hielo. De repente me doy cuenta de que yo, que soy un disaster cero arriesgada, etc, al final soy la más deportista de la familia. Imaginate el resto. Lo hiper disfruté. Si la música hubiera sido otra hubiera sido un flash. Le dije que la próxima íbamos solos. Eso sí: me duele todo. El tipo que te daba los patines me dijo que si me molestaban me los cambiaba por unos de hockey. ¿Qué onda? ¿Por qué no me dio esos directamente? Bajar a cambiarlos no era una buena opción. En lo más mínimo. Después de una hora de zuma y otra de patinaje estoy agoteitor. En el super, mientras el resto no se decidía, me compré unos cuantos capuchinos fríos. Son como los de Starbucks pero región 4. Vienen en la misma botellita. Creo que me hice adicta en Miami en el 2003 y acá tomo siempre en el super, nunca me hago stock. Hasta hoy. Ahora tengo cuatro en el refri. Combinan muy bien con un ciga. En fin. Marido me hace el sandwichito de árabe y oaxaca un poco indignado. No lo escuché bien pero dijo algo de no sé quien. No siempre en la variedad está el gusto, eh.
En fin. Un sábado hiper familiar y cuasi feliz. Al menos por un par de horas. Después se rompe el hechizo y vuelvo a ser yo. Igual: amamos mucho a marido bueno. Y talentoso y generoso y ayudador y chef y etcétera, etcétera. Bien ahí.
Eso, chicos.
Así las cosas.
Cuevana weekend.

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