jueves, 30 de septiembre de 2010

pajera

Son más de las 11 y sigo en camisón. Tuve clase con D después de meses. Me duele un poco la cabeza. La intensidad como principio rector. Sin chismes. Hubo un tiempo que fue hermoso. Ajá. Igual ahora es más productivo. Me duele mucho el brazo derecho. Dormí pésimo, anoche me lastimé la muñeca rechazando los embates de marido en celo. Explicame por qué resulto más tentadora cuando lo último que quiero en la vida es garchar. Juro que no lo entiendo.  No pudimos terminar de ver Breaking Bad (bah, no pude, marido la terminó en la compu mientras yo dormía) porque no cargaba bien. Me desperté unas cuantas veces en la madrugada, dolor intenso. No tomé nada. Le hica una mamila al bebé, a las 6.40am me desperté con Coco, todo lo de siempre, lo despaché y me volví a la cama. Tita dormía con nosotros. Quiso venir de mi lado y la rechacé. Soy incapaz de soportar a una tercera persona. No pude levantarme a las 7.30, dolor, sueño, paja. Seguí de largo hasta las 9 y cacho. Ameba. Ahora tengo hambre. Hicimos la clase más temprano. Pensaba teñirme el pelo. Hay un sol poderoso. La muñeca dejó de ser el centro de la incomodidad y subió hacia el bícep. Me fui a dormir pensando en que la incertidumbre es, para algunas personas, el camino hacia la locura. Y no sé qué más. Sí, pensé más pero me olvidé de todo. Pasó mucho tiempo. No era el plan. Mal día sin gimnasia. Lo sé. Ahora tintura, laburo, hijos, piano de Coco. Poco. Nada. Apatía. Tedio. El día de ayer, claro. Tedio máximo. Marido a full, contento y pilas y yo, como contracara, la nada misma. Me pongo vestido con botas aunque no vaya a ver a nadie. Hastiada del jean me rescato sólo para mí. No importa. Ah, posiblemente cenemos con Xime & co. Bien ahí. Tengo que comprar el regalo de Pau.
Ayer, mientras cenábamos, marido me contaba las reflexiones sobre internet. Futuro y potencial. Suelo pensar que no es rentable pero sí insoslayable. La producción de contenido como única posibilidad. La mentira de la libertad. Se volvió un apasionado de la teoría. Le digo que entonces no estaba tan equivocado cuando estudió Comunicación. Después nombró a alguien y le dije que con ese nombre ameritaba que fuera famoso. Le dije que nosotros no íbamos a ningún lado con los nuestros. Me dijo que yo estaba mejor que él y es cierto. No hay nadie más en el mundo que se llame como yo. De hecho, no hay más que familiares que tengan nuestro apellido. Ahora, de ahí a sacarle provecho: un abismo.
Me voy con la confusión en la cabeza, un mareo, una cierta desolación que no es tal pero lo parece. Un dolor de brazo que no me sienta. Y el cielo límpido de fondo.
En fin, chicos.
Así las cosas.
Alunadas.

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