miércoles, 15 de septiembre de 2010

Desde ayer que me crucé a mi amiga del locker en llamas, me quedé pensando. Sale con muchos, todos los días me cuenta de uno nuevo y el que le tocaba le gusta porque es decidido, es decir, la invitaba a comer a lugares sin preguntarle y después elegía la comida él. Está bueno eso, me dije. A mí me gusta cuando me invitan amigos varones a comer y escogen el lugar. Con marido ya no pasa, por lo general yo le sugiero qué debería pedir. A veces me hace caso y otras no. Suelo ser una persona muy mandona. Por períodos, suelo decirle a la gente qué tiene que hacer, a veces a su pesar, supongo. Es mi naturaleza. Supongo que por eso me fluye la maternidad. Y pienso que debería poner esa energía en algo productivo pero evidentemente no descubrí en qué.

En fin.

Llegué cansada al club así que en lugar de ir al gym nos pusimos con marido a pelotear. Estuvo bueno. Le pegué bastante bien. Si fuera un poco más competitiva podría jugar pero no me interesa correr la pelotita para ganar el game, me gusta el momento de pegarle bien, que el golpe sea elegante y que entre. Nada más. Eso sí, debería haberme puesto ropa más ad hoc que unas babuchas verdes que se me caen y dos musculosas superpuestas. Marido se ríe de mí, para variar.
Después me colgué en el sauna, cada día me copa más.Y ahora estoy acá, esperando a que marido vuelva de su segundo super porque mañana tenemos asado en casa. A la tarde meriendo con las chicas. Le tomé el gustito al feriado al final, eh. Me gusta estar con marido. Cocinar. Invitar gente.
Bueno, chicos.
Así las cosas.
Suburbanas.

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