jueves, 16 de septiembre de 2010

Dormí todavía peor que las últimas noches. El malhumor se extiende, se derrama y no se contrae. Se contagia. Acidez. Marido eligió la película más boba que había en Cuevana (no sé, a veces no entiendo bien) y se fue a dormir dejándome con la basura hasta el final. Era cuasi para niños. Pero yo no tenía sueño ni voluntad de buscar otra cosa. Después tardé un rato en dormirme. Me levanté cinco veces porque el bebé lloraba. Primero por los fuegos artificiales y después no sé, de onda. Ni siquiera vimos el grito por la tele. Apátridas. Creo que el dolor se debe a un pedacito de chocolate al que me rendí para ver si combatía la angustia. A eso de las nueve me empieza a agarrar una opresión alta con la que  no sé bien qué hacer. Tal vez debería entregarme flojita y cooperando.
Merendé con las chicas y me reí. Las mujeres son por lejos el conjunto que más me divierte. En un momento estábamos hablando del típico caso de una esposa muy bitch y una saltó a decir que ella creía que cuando se iba de un lugar el resto se preguntaba por qué su marido está con ella (con esa loca, digamos). Yo dije que jamás pensaba eso y las tres se me quedaron mirando incrédulas. Posta, nunca pienso que la gente se pregunta por qué marido me soporta (ya sé que él parece divino, paciente, tranquilo y tolerante y yo una sacada pero es sólo una imagen errónea). Parece que sí debería imaginarlo. El tema es que, de hecho, jamás pienso que la gente habla de mí. De verdad. Lo escribo y suena de una ingenuidad inverosímil pero es así. Ni bien ni mal. Simplemente, no lo pienso. Supongo que es una suerte de autodefensa. Nadie quiere saber que el mundo lo critica. No sé. Pero es la realidad.
Y eso que suelo hacer mérito. Ayer hice que marido suspendiera la cena pozolera por el grito (tenía toda la razón yo, eh, pero abona a la imagen de malhumorada que me supe conseguir) y no festejamos. Creo que vienen todos el sábado, el pozole ya lo dejó hecho. Hoy tenemos asado, no da dobletear sin ayuda, un montón de adultos y chicos con el cansancio acumulado.
En fin.
Haré un guacamole, alguna ensalada, ordenaré la casa y veré si logro hacer un poco de deporte para sacarme esta incomodidad estructural. Por ahora, seguimos en la cama. El bebé se despertó 7.40am, bastante digno para sus estándares. Marido se malhumoró por mi malhumor y se convenció de que lo maltrato. Pésimo entrar en esta dinámica.
No tengo ganas de hacer desayuno, lavar, etc, etc pero supongo que es lo que toca. Vení y arrancame el aparato digestivo.
En fin.
Así las cosas.
Pseudo infames.

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