lunes, 23 de agosto de 2010

contracturada

Y el agobio que no se va. Dormí pésimo y justo antes de que sea la hora de levantar a Simón, soñé que en un lugar de una camioneta pasaba un chevy (corsa) a buscarlo y tenían que amucharse todos (y me angustiaba por lo peligroso). En realidad no me levanté, se levantó Diego y lo iba a llevar pero finalmente vino a buscarlo la camioneta de siempre. No pude arrancar hasta las nueve menos cuarto. El cuello duro, la respiración atrofiada y pensamientos que se agolpan en esta sensación de limbo en la que vivo siempre. Odiosa. Ayer comimos en la Roma con Domi, Lalo y Cristina. Lo único que zafó del domingo. Antes hicimos tiempo porque había que esperar mesa, fui al local de ropa vintage (hace una década creo que no me probaba algo usado), le mostré un vestido a marido pero el chico que atendía (amabilísimo por demás) dijo que era demasiado serio para mí (?). El único que me gustó implicaba que fuera una persona cuatro kilos más flaca. Ahora tengo que trabajar. Obnubilada por el dolor y la angustia de la nada, todo me cuesta. Conocimos a la maestra de Tita pero fue completamente intrascendente. Un sinsentido. Por suerte me traen a Simón porque si no, tenía que bajar, subir y volver a bajar para ir a la psico a las 4pm. Lo único bueno de la semana, creo. Después de este finde, las cosas volvieron a ser como siempre. Ya nada me importa, imposible de explicar pero como si las prioridades se hubieran reubicado. Ahora sólo puedo pensar en diciembre, en ir a Buenos Aires. No hay otra zanahoria.
En fin.
Así de chatas, aplastantes, asfixiantes y desalentadoras las cosas.

No hay comentarios.: