lunes, 2 de agosto de 2010

Crónica de unas vacaciones cualquiera

Día 5

Otra vez Los Simpson de fondo. Un rato de tele antes de dormir. Hoy nos salteamos el baño aunque si vieran el nido de caranchos de mi hija me considerarían la peor madre del mundo (puedo serlo pero no por ese motivo habitualmente). Marido les hace algo de cenar. Hoy fui sólo una hora a la playa. Está bien, ya lo dije, no soy muy fanática. Marido se fastidió porque se quedó solo con los chicos mucho tiempo. Le dije que yo también quería estar con él pero al final me reí. Es verdad que quería estar con él pero echarme en la hamaca a leer y vegetar en silencio después de mentolado fue un gran (aunque reiterado) plan. Subieron a eso de la 1pm. Armamos comida. Bah, marido cocinó: tuna salad con mayonesa casera y un pulpo a la gallega (aunque sin pimentón, renuncias vacacionales) que le quedó alucinante (no me gusta pero fue de verdad la vez que mejor le quedó desde que lo conozco). También tortilla de papa que había hecho hace unos días (el nivel del mar y el tiempo lo convierte en un cocinero aun mejor de lo que es en general). Queríamos pasear así que agarramos el auto, nuestros múltiples petates (toallas, baldecitos, protectores, pañales, libros -marido transporta Foulcault y Villoro sin explicación racional-), montamos hijos y partimos a Puerto Morelos. Bajamos, dimos una vueltita, buscamos una paletería (sin éxito) y nos volvimos al coche. Si por mí hubiera sido, volvíamos a Playa, comíamos paleta en alguna de las muchas Michoacanas y nos tirábamos bajo la palapa un rato más. Pero marido quería ir a Cancún y allí fuimos. Bueh, dimos unas vueltas larguísimas en el coche buscando algún lugar donde comprar los helados prometidos sin éxito. Para colmo el stereo anda mal y el ipod salta todo el tiempo. Hijos se peleaban y yo, por primera vez en la semana, me fastidié levemente. Nada grave. Finalmente estacionamos el coche y caminamos por los lugares más feos que te puedas imaginar. ¿Cuán espantosa puede ser una ciudad de playa? Muy. Gringa, gigante, con una cantidad de mega hoteles que nunca jamás había visto (y si las había visto en Cancún en el 97, no me acordaba). Igual, los helados nos hicieron olvidar las vueltas infames y los malhumores infantiles. Decidimos pasar por el super porque ya estábamos faltos de pan y de protector solar. Obviamente nos fuimos con más cosas de las que podemos consumir en el día y medio que nos queda pero: ni modo. Son las primeras vacaciones en las que marido y yo no nos peleamos ni una vez. Milagro. Reina la paz y la tranquilidad. Anoche vimos cuatro (sí, 4) capítulos de Lost y a las 2.30am no me podía dormir (marido se está terminando la botellita de mezcal que compró el primer día y descansa junto a un vasito en su mesita de luz).
Camilo es el bebé más popular de los que tuve, por lejos. En la heladería una chica se sacó una foto con él (lo juro) y ya había pasado en la playa que las chicas cerveceras le sacaron fotos sin control (estaban borrachas pero igual). Una hipótesis es que es MUY blanco. Otra es que es muy simpático (está capri insopor pero se ríe sin control) y otra...no sé, nos tiene muy sorprendidos su carisma (es lindo normal, bah, no: es normal; al menos es lo que marido y yo pensamos). Eso sí: es muy divino. Se ríe mucho, le copa comer, come de todo y al ritmo de los demás (el pulpo lo consumió muy contento).
Me toca comer pan rico con jamón serrano y brie, más aguacate y un resto de tortilla. Si tomara vino tinto sería ideal (pero linka).
Bueno, chicos.
Así las cosas.
Gastronómicas.

1 comentario:

j. dijo...

Estas crónicas vacacionales me están dando un hambre tremenda. Si sobra algo, mandamelo por aerolíneas en un paquetito!