lunes, 16 de agosto de 2010

tiempo, tiempo sin una palabra

viajes, soledad y depresión.
Y al fin -suerte- su destino
ella sola y otra ropa.
Y en el silencio del cuarto
otro color en la silla.


Ya conté mil veces que la primera vez que fui a Cemento tenía quince y tocaban Los visitantes. No sé si había escuchado algo antes pero íbamos con Jacyn que me re copaba y no me daba pelota (excepto porque me hacía la paja sin besarme cuando venía a ¨estudiar y esa parte no estoy segura de haberla expresado alguna vez: mis propias playas oscuras de la más tierna adolescencia; quisiera poder decir que fue el único).
Marido lucha con los subtítulos de película, cambió el cable para poder tener internet derecho en la tele, buscó un conector por más de media hora y lo teníamos casi enfrente y ahora no ceja en sus intentos hace exactamente catorce minutos. Marido es así. Yo soy todo lo contrario. Estuve toda la tarde en mi búnker. Mucho tiempo para pensar, demasiado. Cosas buenas y cosas malas y cosas que ni fu ni fa. Bueh, a ver qué. Mañana cumplimos 9 años de casados.
Ampliaremos.

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