miércoles, 25 de agosto de 2010

la angustia es contagiosa

Me quise dormir temprano, leí media página y apagué la luz antes de las 10pm. Pensé un rato en pavadas, imaginando escenas, diálogos, esas cosas que creo hacemos todos. Y me dormí pero sólo unos minutos, de repente, una incomodidad infame, no poder respirar, no entrar en el propio cuerpo, un vahído que viene y se va. Ganas de morirte. Porque te parece que esa sensación no se va a ir más. Fueron un par de horas, las peores horas en meses. Bajé a tomar coca y a comer un poco de yogur a ver si funcionaban como cable a tierra pero no. Un quejido que sale desde lo más profundo. La falta de lugar para uno mismo dentro de uno mismo. Me clavé un cuarto de rivo pero casi no hizo efecto. Dormí poco y mal, me desperté unas cuantas veces, la sensación no se había ido. Lo de siempre: colonizada.
Igual me pasan algunas cosas buenas. Algunas cosas que gesto yo y me ponen contenta pero son muy nimias.
Creo que finalmente sí adelgacé. Ahora puedo predicar mis boludeces con un poco más de autoridad. Intenté comer una tostadita pero no hambre. No ganas. Me toca super. Primero un rato de gym (si es que hay alguna máquina) y después compras. No encuentro la cinta del polar, yo, que no suelo perder nada no encuentro algo que me es de suma utilidad. La respiración se dificulta. Extraño el taller pero no puedo volver. No money. Escribir, ese salvoconducto.
En fin.
Así las cosas.
Oscuras, ahogadas, solitarias, difíciles y desalentadoras.
Pero le ponemos garra.

No hay comentarios.: