miércoles, 25 de noviembre de 2009

la delgada línea

La maestra de Tita me dice que es una nena perseverante y detallista. Me sorprendo aunque en el fondo, ya lo sé. Yo soy todo lo contrario y Simón sigue mis pasos. Inmediatamente pienso ¿cual es el límite para que el detallismo y la perseverancia se vuelva necedad? (ayer a la noche, mientras ayudaba a Coco con el proyecto sobre reindeers, Diego insistía con poner algo sobre la casa de dichos animales quienes, obviamente, pernoctan al aire libre, me fastidié y pensé que el sentido común es lo que siempre debe primar). Claro que yo soy la contracara, hago las cosas así nomás, como para zafar, sin mucha profundidad porque me aburro fácilmente y siempre pienso que no vale la pena. No, no me enorgullezco y menos cuando veo que mi hijo mayor actúa igual, creo que empeorado. Entonces, surge la otra pregunta: ¿cuál es el límite entre ser alivianado y ser negligente?

No tengo respuestas. Pero si sé que si hay algo que admiro de mi marido es su fuerza y perseverancia, su capacidad de trabajo y el empeño que le pone a todo. Si hay algo que me avergüenza, es ser fiaca y pajera y cero detallista o perfeccionista. Siempre supe que podría haber sido un diez pero me quedé en el ocho. Y eso, lo sé, habla muy mal de mí. Con los años, la tendencia se acentuó y acá estoy, boba y desperdiciada, en el suburbio (me gusta pensar que tenía un potencial y lo dejé ir, eso es mejor a pensar que en realidad siempre fui esto y que todo lo otro era una fantasía, una ilusión adolescente).

Nos queda Camilo. Veremos para qué lado se inclina.
Así las cosas.
Bordeline.

1 comentario:

Tania dijo...

"un hijo mayor que hace la tarea pensando en cualquier cosa, no se concentra demasiado y es mediocre cuando debería ser excelente"

Tú misma acabas de escribir en el post de hoy características tuyas que resultan ser lo mismo que ves en tu hijo. Sacúdete lo que traigas encima y ayuda a tu hijo a explotar todo su potencial. Solo tiene una oportunidad y no la pueden (deberían) dejar pasar.