lunes, 2 de noviembre de 2009

y entonces...

Después de una mañana realmente caótica en la cual el bebé lloraba mucho pero Simón lloraba mucho más, sin parar y sin motivos reales, yo también lloré. Mi hijo mayor me hizo llorar. Además del escándalo, los gritos y la angustia, decidió que no quería salir a pasear, el único deseo claro que tuve en las últimas semanas. Se baño a regañadientes y después se quedó llorando en calzoncillos diciendo que no iba a ir a ningún lado, rayos, truenos y centellas (y unas cuantas discusiones después), finalmente creo que arrepentido accedió a ir. Decidimos caminar por la Condesa y eso sólo, unas cuadras, unos negocios y una comida en Primos, logró cambiarme el humor. Ahora Milo llora un poco, Flor dice que es porque quiere más atención pero yo soy incapaz de darle todavía más atención de la que le doy. Opté por entregarle cuando objeto tengo cerca, sea peligroso o no. Ahora juega con un gafete y unos anteojos de sol de niños. Pero igual llora. Está enorme y divino, de todas maneras. Antes de la hecatombe (bah, no, ahora que pienso ya todo estaba podrido porque Simón no bajó a desayunar) le dimos banana y le re copó. Hoy supuestamente teníamos cita con el pediatra pero se ve que la secretaria estaba tan dormida como yo y me la dio aunque era día de muertos. Me encantaría explayarme sobre día de muertos pero jamás fui a ningún festejo. Marido y fobias. Sólo puedo decir que hay altares con dulces, frutas, flores y bebidas por todos lados y que me parece una relación mucho más sana que el tabú argentino ultra instalado. En fin. Bebé llora mucho.

Ahora tomaremos un tecito y a empezar la semana. Temo que Karina no vuelva.

Así las cosas.
Feriadas.

1 comentario:

uruguaya dijo...

TENES que ir a un panteon una noche de muertos. es espectacular. sumamente disfrutable. vale la pena, cero morbosidad, puro disfrute.