martes, 6 de septiembre de 2011

1994 (cuento largo)


Dos /Visita inesperada
Estaba hablando por teléfono con Nati, que la noche anterior había ido a jugar al pool por Caballito con sus amigos de la primaria y se había transado al primo de su mejor amigo. El pibe no le había pedido el teléfono y se quería matar.  Cuando le estaba diciendo que no se preocupara que seguro se iban a ver en el cumple de Santi, que era en dos semanas, mientras me arrancaba pellejitos con los dientes, sonó el portero. Fui a atender convencida de que era equivocado porque estaba sola y no esperaba a nadie. La voz metálica de Tomás me sorprendió, nunca caía sin avisar. Le dije a Nati que la llamaba más tarde y bajé con un nudo en el estómago.
En el espejo del ascensor me vi hecha un escracho con el pantalón de estudiar manchado, la remera que me había comprado en el Caribe con un signo de la paz enorme y los colores rasta y el pelo sucio atado en un rodete. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
-Hola, qué bueno que estabas porque no entiendo nada para la prueba de matemática –dijo mientras le abría la puerta.
-Yo tampoco entiendo nada, ¿qué hacés? -contesté intentando hacerme la superada.
Entre nosotros había como una sustancia gelatinosa y tensa, quería parecer relajada pero miraba para abajo mientras subíamos callados. Tomás jugaba a tocar el cemento de los entrepisos con los dedos a través de los agujeros de la puerta, yo me mordía el labio y movía las llaves que hacían un ruido infame.
Se quedó en el cuarto mientras le preparaba un Nesquik y tostadas con dulce de leche que puse en una bandeja. De lejos escuché los acordes de la última canción que había compuesto en la guitarra, pensé que se creía demasiado para tocar tan como el orto.
Terminó la merienda en dos minutos y agarró la guitarra otra vez. Verlo chupándose los dedos me daba bastante asco. Un, dos, tres dijo en voz alta acompañando el conteo con el pie y empezó a tocar. Esperé a que terminara con sentada en la alfombra con los apuntes sobre las piernas. Cantó el tema bastante desafinado y  al final habló.
-¿Hiciste algo ayer? –preguntó sin mirarme.
-No, vino Lupe a ver una peli. ¿Vos?
 -Me quedé en lo de Camila a dormir y nos peleamos.
Camila tenía el culo gigante, siempre apretado en unos jeans chicos y negros, chupines. Se ponía remeras de bandas que a mí no me decían nada: AC/DC, Pantera, The Ramones, Kiss. Y se teñía el pelo de un rojo eléctrico.  Tenía una voz excelente y cuando la vi en vivo, me sorprendió lo bien que se movía sobre el escenario, parecía como iluminada. Nosotras habíamos pensado en armar una banda, queríamos ponerle Fracaso o Telarañas pero además de que cualquiera de los dos nombres era patético, ninguna tocaba ni cantaba siquiera pasablemente así que lo descartamos antes de probar.
Después de coger le había hecho una escena de celos porque tenía un representante nuevo, un pibe que movía banditas, que le tiraba onda. Tomás estaba convencido de que lo histeriqueaba y la discusión terminó cuando ella le tiró el teclado al grito de “me tenés harta pelotudo de mierda” y lo echó a las dos de la mañana. Otra noche, por una pelea semejante, había salido corriendo desnuda por las escaleras y él había tenido que ir a buscarla con una frazada para que se cubriera.
Estaba demasiado loca para tener dieciseís pero no le dije que la dejara de una buena vez, que toda la relación era cualquiera sino que lo consolé como siempre, repetí que ya se iban a amigar, que no se angustiara. Después volví a callarme haciendo que me concentraba en las ecuaciones de tercer grado. El dejó la guitarra y se sentó al lado mío.
Al rato llegaron mis viejos del cine, habíamos intentado resolver algunos ejercicios pero eran chino avanzado para los dos así que se fue sin que hubiéramos avanzado ni un poco. Quedamos en decirle  al profesor que habíamos tenido un problema juntos el fin de semana aunque no habíamos decidido qué problema pero algo se nos iba a ocurrir. Bajé a abrirle y el frío de afuera se nos contagió,  chocamos las mejillas al pasar y se fue rápido.
Cuando subí, en mi cuarto todavía flotaba su olor áspero y penetrante. No se bañaba muy seguido así que siempre tenía el pelo graso. El plan era tirarme a llorar en la cama, ¿por qué no gustaba de mí y se enganchaba con esa forra? Quería escribir en mi diario y llamar a Nati pero Juan me gritó porque había llegado la pizza. Todos los domingos cenábamos lo mismo.

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