martes, 27 de septiembre de 2011

barranca abajo

Uf. Y de repente: zas. Se te cae la integridad a la merda. Laura no aparece, no contesta el celular, no nada. Los chicos juegan arriba, hacen barricadas con las almohadas, a oscuras, en mi cuarto. Los grandes no tenían escuela y Milo se plegó al plan de la fiaca, cosa que está bien porque cargar a todos para llevarlo a la guardería sería un plomo. Reina el piyamismo. Hablé con Lupita y justo habíamos quedado que venía hoy pero yo no me acordaba bien. Sigue el dolor de panza.

Ayer tuve un día largo y bueno. Cuando llegué, un poco después de las 10pm, todos dormían excepto Milo que, desvelado, daba vueltas por ahí. Marido roncaba y tuve que casi tirar la puerta abajo para que me abrieran porque habían cerrado con traba. Comí los dos pedazos de pizza que me había dejado marido en un acto de desubicación suprema porque había comido hasta reventar y me acosté, aunque tardé en dormirme, incómoda.

No sé: confusión. Tengo que trabajar. Voy a ir a hacer deporte. Tengo que pasar por el banco. Todo me parece un poco de hueva. Pero ni modo. Las zapas que le compré a Tita en Liverpool (pasé entre la comida y lo de Domi) le quedan esperablemente chicas. En algún momento pasaré a cambiarlas si es que existe la posibilidad de algún momento. No sé, todo embole. Mejor ni escribir.

Así las cosas.

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