sábado, 3 de septiembre de 2011

las arenas movedizas subyacentes

Cuando tenía diecinueve, veinte años, estaba muy preocupada porque ciertas personas entendieran que atrás de mi vida "divertida" había algo más. Algo oscuro, "profundo", que yo consideraba más interesante que la superficie y valoraba mucho a aquellos que "entendían" espontáneamente. En el taller contábamos por turnos nuestra semana y por lo general, la mía estaba llena de salidas, viajes, pibes, eventos y familia. Más o menos como ahora pero de joven. Siempre tuve que luchar con el "no sé de qué te quejás" exógeno y también interno. Es difícil explicar que las condiciones materiales de existencia no alcanzan para encontrar la paz interior. Nada quisiera más que así fuera. Nada quisiera más que no tener que seguir explicándolo. Nada quisiera más que no escuchar el "no sé de qué te quejas" desde diversos flancos. Nada quisiera más que no haya lado b.

Bueno: es lo que soy. Ni modo. Para eso me sirvió el último análisis. Es estructural, mamita, conviví con eso. Lo único que conozco que mejor lo combate es la actividad intelectual rentada. A no pensar. Ninguna otra cosa que me permita estar conmigo misma ayuda. Si cocino, hago deporte, voy de compras, toco el piano, hago cerámica o cualquier otra actividad semejante, no me aplaca. La angustia te la llevás puesta. Estar sola me cuesta mucho pero estar con gente me cuesta todavía más...

Básicamente necesito trabajar. No es que sea mágico pero ayuda bastante.
Encima estoy con las hormonas alteradísimas y ciertas condiciones materiales del mediano plazo me alteran enormemente.

En fin.
Una joyita.
Así las cosas.

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