domingo, 27 de septiembre de 2009

retomando

Ayer mientras no me podía dormir, volví a pensar en la mentira en la que vivimos las mujeres, al menos durante la infancia.

Los que se pelean se aman
.

La iteración, todos sabemos, es un forma muy efectiva de convertir afirmaciones cualesquiera en verdades indiscutidas. Y así vivimos hasta que lo ponemos en tela de juicio. O no.

Yo soy de esas personas a la que los varones molestan constantemente. Pero ya no me creo el falaz argumento de la tensión sexual, sobre todo porque mi contacto con hombres es mínimo (de eso también me di cuenta ayer y me pareció bastante grave). Al no trabajar en ningún ámbito externo, no cursar nada y ni siquiera andar por la calle normalmente, sólo interactúo con amigos familiares. Los hombres suelen molestarme porque me ven como uno más. Algo de mi actitud masculina. De superadita. Seguramente en la infancia funciona de la misma manera. Si uno se comporta como un igual, recibe igual trato. Punto.

De todas maneras, no pienso decirle ninguno de estos argumentos a mi hija. Que saque sus propias conclusiones. Pero tengo esperanzas de que la pase mejor que yo. No es tan difícil.

Así de desencantadas las cosas.

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