sábado, 26 de septiembre de 2009

sábado, no marido, fiaca

Después de 45 minutos de aeróbico, paso por el sauna, ducha caliente, librería pedorra (Diego tiene razón, en Buenos Aires hay una en todos los shoppings por deprimentes que sean) para comprar un regalo y comprarme El guardián entre el Centeno (hacía mucho que quería tenerlo y releerlo y en US me olvidé completamente), me encuentro en mi casa, con Simón en lo de Danto, con Milo quejándose en su cuna (lo deposité ahí después de alimentarlo), con Tita mirando PHD y con cero ganas de cocinar para que comamos antes de ir a lo de Pau. Vivo con fiaca. Qué pajera. Hablo con mi madre y me dice que alguien se equivocó y Diego vuelve el lunes, no mañana. Pobre. Fue con mi padre a ver si lo podían cambiar y después creo que a jugar al golf (todo mediatizado, como ya dije, por mi progenitora). Me chatea un amigo y me cuenta que se casa el 6 de noviembre. Tengo el casamiento de otro amigo también en noviembre. Claro que no voy a estar. De repente, vuelve la certeza de que si pudiera, me iría mañana a vivir a Buenos Aires aunque la angustia también volviera. Imperiosa necesidad de volver a ser yo. Darme cuenta de que la vida nocturna no es para mí. Me gusta el ejercicio y aprovechar el día(?). Aunque me la pase pelotudiando. Quiero tener librerías cerca. Quiero caminar. Quiero ir a comer con mis papás. Y ver a mis amigos. E ir a sus casamientos, por ejemplo. Y conocer y ver a los hijos. Bueh, lo de siempre.

No more.
Me voy a cocinar/descongelar algo. Hueva atroz. Adicción a la red.

Me queda la lectura del diario. Mi actividad preferida de los fines de semana.
Así las cosas.

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