domingo, 24 de enero de 2010

¿coacheando?

No sé desde cuándo me siento con autoridad para dar consejos amorosos pero lo hago. Mi derrotero emocional, hasta que conocí a Diego, fue bastante desastroso. O no, no sé bien. Muchas veces me dan ganas de llamar a cada uno de los pibes que me rompieron el corazón y pedirles que me cuenten la verdad. Yo digo mucho, demasiado, la verdad. Casi siempre. Pero antes no era así. A los dieciseís no agarraba al chico que me gustaba y le decía: me gustás. Aunque yo creo que se lo daba a entender.

Ahora que soy grande, me resulta todo un plomo. La histeria, hacerse desear, no sé, cualquiera. Las relaciones fluyen o no fluyen y no hay nada que perder en el camino porque si no da no iba a dar de ninguna manera. Además, ¿qué pasa si te la jugás? Nada. No pasa nada. ¿Qué van a pensar? ¿Que sos una lanzada, que no tenés amor propio? No sé, nada de eso tiene sentido. Además, no lo ves más y se acabó. Y así, en esta tónica, más desatada que nunca, le doy consejos a mis amigas solteras. Así fue con Diego, nada de vueltas. Y acá estamos. Eso, de alguna manera, supongo que legitima mis delirios.

Hace mucho que lo que piensen los demás no condiciona mi manera de actuar. Tal vez exageradamente. Es obvio que, como a todos, quiero me me quieran. No a nivel amoroso, claro. Pero, en definitiva, es lo mismo.

Ando demasiado buena. Eso no sé si está del todo bien. La vida es un boomerang, sí. Pero...no sé. Dudas.

Es domingo a la tarde. Diego se fue a buscar a Leandro y Lucila. Ya bañé hijos, les daré algo de comer y quiero que veamos una peli. Gente de nuevo. Mucha.

Así las cosas.
Namasté y a coger que se acaba el mundo.

No hay comentarios.: