miércoles, 6 de enero de 2010

¿existe el justo medio?

Días y días de no pensar, de sentirte en la cresta de la ola, de no poner en duda. En realidad, ya no hay tanta puesta en duda, una de las ventajas de la madurez que no compensa la caída de todo el resto pero sí trae paz. Me gusta la madurez de los treinta. Me gusta que los ciclos sean más largos y la sensanciones un poco menos intensas. Hoy igual tuve un bajón. Uno leve y corto pero bajón al fin, un sismo de autoestima. No vale la pena, claro. Nunca. La vida cotidiana me abruma, me asfixia aunque me hago un rato para estar conmigo, para escribir, para leer. Ganas de música. Poco espacio mental. La cabeza tomada por diferentes cosas. Marido me habla y le presto una atención moderada, me cuesta concrentrarme. Me pregunto seriamente cómo hacía para trabajar, administré una empresa durante tres años y ahora soy incapaz de todo. Tampoco me interesaría, tal vez ahí el quid de la cuestión.

¿Debería dejar de exhibir mi intimidad?

¿Por qué lo pienso ahora y nunca antes lo había hecho? ¿Qué pasaría si viviera en Buenos Aires? Antes la posibilidad era tan remota que no valía la pena pensarlo. ¿Cómo sería, en todos los sentidos, vivir ahí?

Me gustan mis amigos porteños, son cercanos, los viejos y los nuevos. Pensé mucho en este viaje que la gente ahí es como yo, a todo nivel. Acá soy un bicho demasiado raro. No me interesa, no me divierte. Ya soy grande. Y con la certeza de que soy grande, me pasé unos días alucinantes, fumando mucho porro como cuando tenía veinte, saliendo y si hubiera podido, bailando sin parar.

Ya no hay la tristeza que solía haber en mi vida. Me alegra tanto. Si me hubieras conocido. Todo era gris. Gris topo, denso, pesado, deprimente. Ya no.

Y no mucho más. Fui otra vez al super, sola, a comprar velitas, pan rallado y harina. Hice la base del pastel, me quedó muy finita pero creo que le voy a poner el dulce de leche encima y la cobertura sobre el dulce. Muy chacho. Igual, todos tenemos que hacer dieta. La vida real empieza el lunes que viene. Por ahora, restos de limbo. El año tarda en comenzar, eso lo sabemos.


Reflexiones baratas de un día gris y frío en la zona metropolitana de México.
Mañana empiezan las clases (hueva total) y mi hijo cumple ocho años.
Así las cosas.
Muy 2010.

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