miércoles, 6 de enero de 2010

volviendo a la infame rutina

Las vacaciones, todas, son un paréntesis particular en la vida de todos. Dejamos las costumbres habituales, cambiamos la locación, conocemos lugares o disfrutamos de no hacer lo que hacemos siempre. Ir de vacaciones a Bs As es bastante extraño. El clima de verano, en todos los sentidos, la gente semi desnuda, los amigos que van y vienen porque les toca veranear. O no. Ir de vacaciones a Bs As parece un chiste. A mí me gusta ir aunque me provoque un torbellino de sensaciones. Sensaciones encontradas. Me quiero volver a vivir. Y a la vez, me quiero volver a mi casa. Porque a mí, lo que no me gusta mucho, son las vacaciones en sí. A mí me gusta tener mis cosas, mi lugar, mi rutina. A mí, sabemos, lo conservador de la vida diaria me trae cordura.
Me dio mucha nostalgia que mis hijos fueran a conocer a la casa que de Pinamar que era de mis abuelos. La construyeron cuando mi madre tenía 14 años y la vendieron hace no tantos. Pararon en el Hotel del Bosque después de pasar por Mundo Marino. Yo me quedé disfrutando de un mínimo de libertad que, claro, no es tal teniendo en cuenta que tengo un bebé que no se enteró de que tiene que dejar la teta. No quiere saber nada de nada con mamilas de ningún tipo y leche que no sea la mía. Mucha malcrianza.
Por lo demás, me levanté, desayuné con marido después de echarnos un merecido polvo (qué difícil que es coger con hijos en zona, golpean la puerta de onda todo el tiempo), me bañé, bajé fotos y me fui con los dos mayores a hacer diversas tareas: banco (nos clonaron la tarjeta de débito e hicieron gastos), buscar juegos para la Wii de regalo de cumpleaños de Simón (es mañana), ropa de liquidación en Zara (compré básicamente para el bebé pero después pasé por Pull & Bear y conseguí un par de botas border, una sueter negro basic y una remerita animal print colorada y negra) y unas compritas que necesitábamos del super (panqué para que simi sople las velas en el cole mañana, shampoo, etc). Atacamos la rosca de reyes como si viniéramos de Biafra (no damos, ninguno de los tres) y finalmente retornamos al hogar. Tengo que hacer dieta urgentemente. En Bs As adelgacé pero al final subí todo nuevamente. Me odio por eso. Llegué e hice un pastel de papas muy soso para que pudiera comer Milo. Ahora, después de comer, tengo que volver al banco porque tenían unas tarjetas de débito y no nos habían avisado y también tengo que hacer el pastel para el mini festejo de mañana a la tarde. Todo me da hueva. Tengo trabajo atrasado y un poco de bayón, de repente caigo en la cuenta de lo que es mi vida, me deprimo, todo me parece gris horrible, se me cae la autoestima al tacho y todo pierde brillo. En fin. Igual, te confieso que el consumo un toque me levantó.
Me voy a comer, chicos.
Así las cosas.
Un plomo.

No hay comentarios.: