lunes, 7 de marzo de 2011

una tristeza desubicada

Desde ayer me atacó una leve melancolía. Un cansancio extremo acumulado que no me dejaba salir de la cama y la sensación de que estar lejos de la familia muchas veces agota. Una soledad. Sí. Comimos en lo de los A, se largó a llover, me zarpé con el helado y eso siempre me hace sentir mal. No por la culpa, es físico. Un vacío. Esa es la descripción correcta. Muy lunes. El nuevo skype es lo peor. Y de repente le digo a cochie que tengo ganas de llorar. Leves y sordas ganas de llorar porque sí. Porque extraño Bs As, porque extraño a Pau, porque extraño a mis viejos. Todo. Así, leve y quedo. Pero constante. El bebé con mocos y tos casi no come hace dos días. No soy buena con esas cosas, los dejo ser. Coco se fue de campamento y como bien dijo Alejo (me quedé pensando porque en el momento no lo asimilé) va a volver más grande. Más es mucho porque ya es muy grande. En fin.

Mucho por hacer. Creo que me voy al club solo a bañar. Siguen doliéndome los músculos de la clase de zumba sumada a la bailada del sábado. Además, tengo que adelantar y no me da el tiempo pero están Lupita y Silvia (Luzma se sigue sintiendo mal, eso tampoco me pega del todo bien) limpiando y yo necesito despejar. Me dormí antes de las 10pm después de que marido hiciera muchos intentos de que anduviera el cable que va de la compu a la tele sin éxito. No podía más. Y ahora me volvería a la cama pero no da.

En fin. Las reflexiones te las debo. Dolor de cuerpo, de cabeza y un touch de espíritu.
Así las cosas.

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