miércoles, 5 de mayo de 2010

sigo para atrás

Y no es por nada en especial. Sólo queme.
Convencí a marido de que viniera a la cama conmigo, me deprime acostarme todos los días sola, me da tristeza. Obviamente, me saqué los anteojos, me puse boca abajo, abracé la almohada y me quedé profundamente dormida. Bien. Duermo bien estos días. Estamos tan cansados que caemos rendidos. Eso me copa. A las seis le hice una mamila al bebé y seguí hasta las siete y cacho.
Intentando recordar algo digno de ser contado, se me vino a la cabeza el irakí que me presentó Edgar el lunes, en algún momento de la tarde noche. No pude reconstruir su nombre, era un tipo de unos cincuenta y largos, alto, fumaba y tomaba cerveza. Le cuesta el castellano, dice. Toma clases en la UNAM. Edgar le dijo que yo era argentina y él quiso saber cuál era la diferencia entre los dos idiolectos (no usó ese término, yo lo repongo). Edgar contestó que la diferencia fundamental era el acento (lo que no sé si es del todo riguroso), le comentó que en México la y se pronuncia dz y que nosotros la pronunciamos sh. Ah, dijo, como los portugueses. Yo no sé cómo hablan los portugueses pero ayer, con las madres, hablando del portugués en general, Fiorella que vivió en Brasil y tuvo una jefa portuguesa comentó que hablan como si hubiera una radio con interferencia. Me sorprendió que saliera la misma temática o comentario en circunstancias tan distintas (el irakí además de todo, es un escritor refugiado, por eso vive en Casa Refugio hace un año). Hay cosas interesantes en el mundo de allá afuera. Yo un poco me las pierdo y a veces asomo la cabeza, salgo de mi madriguera en el suburbio y veo qué hay más allá. Ahora me voy, chicos. Los veo later. Supongo que llevaré niños al club a la hora de la comida, mucho calor en la ciudad.
Así las cosas.
Así.

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