miércoles, 7 de abril de 2010

chocar con el muro, duro y puro, de tus propias imposibilidades

Genera angustia. No me puedo dormir. Abrí la ventana, saqué el edredón (ya debería exiliarlo hasta que vuelva el invierno) pero nada. Diego no está. Un espacio vacío que no me incomoda. Porque la opresión pasa por otro lado. O por muchos lados. Y el pecho se vuelve el punto de fuga de todas mis debilidades. Cuesta respirar. A veces. Ser lo que espero no es lo mío. Nunca, jamás lo fue. Envidio, podría ser el término, a la gente que confía en sí misma, que se enorgullece de su trabajo. Por ejemplo. O de algo. Nunca me pasó. Y de verdad: nunca. Jamás. Si no fuera que todavía hay más cosas reales y graves, tal vez lloraría. Pero ni eso. Ser tan boluda.

Ay chicos. ¿Dónde está el off? ¿Quién te resetea? Si hubiera un soporte técnico de autoestima. O un chip que te ayudara a hacer ciertas cosas bien. Dios.

Me ahogo todavía más. A veces siento que leo todo mal. Que no entiendo nada. No lo descarto.

Mañana tengo un día intenso.
Así las cosas.
Cero al as.

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