domingo, 4 de abril de 2010

domingo de pascua

Fue una semana santa complicada. Pesada. Agobiante. Aburrida. Y difícil. Mi abuela está mal. En este mismo momento la están operando. Y nosotras, todas, estamos lejos. Chateo con mi hermano que está ahí. Chateo con mi hermana que está acá. Hoy a la mañana se iba a morir indefectiblemente. Ahora, no sé. Tiene 98 años. Mi abuelo se murió antes de que yo naciera en un accidente de autos volviendo de Punta del Este. Mi abuela iba en el coche también pero no le pasó nada. Hace unos años tuvo un infarto. Cuando yo tenía 7 años, perdía la memoria. Sobrevivió a muchas cosas. Estoy muy triste.  de más está decir que debería estar en Buenos Aires. Pero estoy a muchos miles de kilómetros.
Me pasó dos días encerrada en casa sin salir. Vi muchas películas, me angustie. Es la última vez que no me voy para estas fechas. Mala decisión. Como siempre. La imposibilidad de mover.
La muerte inminente te enfreta con la muerte en general. La hace patente. Pensás. ¿alguien está preparado para eso? Supongo que no. No.

En otro orden de cosas, nunca más voy a ningún lado en el que soy invitada de segunda. No tengo 20 años, no voy a casamientos después de las doce. Ni a cumpleaños en el que estoy una hora y media porque todos los demás llegaron tres horas antes. No hay obligación de invitarme, no me invites, hago otro programa. Sabor amargo. Para colmo, llegamos después de que buscaran los huevos y Simón lloró frustrado. No da.

Tristes las cosas.
Muy.

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