lunes, 19 de abril de 2010

dos y media

Recibí el llamado de la chica que traía a la que viene a casa. No le tengo mucha fe a esta nueva persona. Yo suelo integrar como parte de la familia pero esta vez no tengo ganas. Demasiada energía. Trabajo por demás. Cansancio. Marido es un sol. Yo lo maltrato. Así me sale. Ahora voy a hablar con Marian, dice que ya extraña Méx. Es difícil todo. El exilio apesta. No hay que irse, chicos. Volver es tan difícil. Cuando te vas agarrás tus petates y chau. Te instalás en otro lado, te armás una vida. Pero volver...tiene que venir el plomero. Odio las cosas de la casa. La ropa sucia sigue sucia, no sé ni poner la lavadora. No me interesa. Quiero escribir pero no me da la cabeza. Quiero llorar pero no tengo lágrimas. Sólo quiero quejarme. Le cuento mis penas domésticas a todo el que quiera escucharme. La maestra de Tita se alegró de que volviera, mis hijos me extrañaron mucho, como nunca. No puedo volver a irme sin ellos. Pero ir con ellos también es complicado. Todo es complicado. Mañana Roberta tiene excursión y el camión no sirve, Diego va a tener que llevarla temprano (7.45am tiene que estar ahí). Tengo que hacer algo que me entusiasma pero me siento sobrepasada. Quiero ver plata pero no es el caso. Quiero dos niñeras, alguien que limpie. Otra que cocine. Suponete. La vida burguesa ayuda. Irse de viaje, no.

Así las cosas.
Pesadas.

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