jueves, 25 de marzo de 2010

ayer

Tuve un día rarísimo. En soledad. La casa silencionsa, mucho chat pero ningún contacto adulto en vivo. Escribí mucho y no trabajé nada. Diego llegó con los mayores a las diez de la noche, yo ya me había acostado y estaba intentando dormir. Estar todo el día sola con un bebé (bueno, el bebé estuvo mayormente con Jobis, yo me tiré un rato con él en el cuarto, lo bañé y le di de comer pero eso fue más o menos todo) es algo de otra época. Otra vida en otra locación. Extrañé a Simón y a Tita. Mucho.

Me levanté para estar con marido mientras cenaba (las chicas cocinaron pastel de papa, tarta de zuccini, budín de espinaca y zanahoria y un pollo a la cacerola riquísimo pero del cual, entre las tres, dejamos poco). Después de muchos meses, tuvimos una buena charla. Diego que de repente puede decirme qué le pasa. Algo que pensás imposible. Y yo lo entendí, me angustié, claro, me entristecí y a la vez le dije que no es tan así. Porque todo, al final, muchas veces es, cuestión de percepción. Y de ilusiones y desilusiones que van y vienen. Somos tan infantiles.

A la mañana soñé que íbamos al cumple de WW y que eran todos conocidos/desconocidos (efecto blog). El cumpleaños era en Argentina, presuntamente, y había una buena onda total. Diego quería ser el dj pero se había olvidado el ipod y no había ninguno. Igual yo bailaba copada. Como siempre.

Ahora me voy al gym. Mañana voy a ver si empiezo con yoga. Ayer entre tintura y super medio que no me dio (la cabeza, sobre todo porque tiempo sabemos que me sobra). Pero me puse al día con Lau, hablé con la Shama, después con Flor, con Domi, con Ile. También unos chats bloggeros. Mucha mina.


En fin, chicos. Ahora un nudito en el esternón, eh. No sé cuándo se irá.

Un mensaje para Miranda: tu mail me rebota sin parar. Muerte a fibertel.
Así las cosas, chicos.
Cuesta arriba.

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