lunes, 22 de marzo de 2010

Sus tetas y sus dos hermanas

Antes pelearme con mi marido podía ser el infierno. Abismo. Sentir que te caías al pozo y que posiblemnete no lograras escalarlo nunca más. Ahora, es sólo la incomodidad que te acompaña hace días, que sabés que está, que no podés evitar.

Lo que extraño no es que me hable (ahora, de hecho, al menos me contesta las preguntas báscisas, antes era el silencio total). Lo que verdaderamente me pesa es que no me abrace a la mañana, que se aferre al almohadón con el que duerme y yo sea sólo un bulto en la cama. Molesto, por cierto.

La infelicidad pasa por no ser lo que querés ser antes el mundo y ante el espejo. Creo. No sé bien qué onda. ¿Esto se termina alguna vez? ¿Podés estar contento ininterrumpidamente? ¿Te puede chupar un huevo el mundo? No tengo respuestas.

La vida social escasa y los kilos de más para mí son un problema. Sí, superfluo pero problema al fin.

Me río sola frente a la compu con un mail de Luis.

Hice 50 minutos de aeróbico y hoy, definitivamente, empiezo dieta en serio. No puedo seguir así. Por algún lado hay que empezar.
Mientras me bañaba me di cuenta de la fiaca que me da pensar. Pensar en serio, no es las pelotudeces que me invaden todo el tiempo. Pensar en algo concreto. Soy una pajera. Así, claro, no se llega a ningún lado.
Creo que debería ponerme a trabajar. Más fiaca.
Así las cosas, chicos.
Sin mayores novedades.

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