jueves, 4 de marzo de 2010

la alegría no dura para siempre, oh no

Me duele la panza. Mucho. Como en otras épocas. Comer y fumar de más. No da. Hay mucho sol. Marido llegó y yo me tuve que ir a una cena. Se enojó. Cuando llegué, vomité. Sintiéndome pésimo me metí en la cama y claro, marido quería coger pero yo, lechuguita agotada, me negué y se ofendió. Los hombres son, ante todo, muy básicos. Me di media vuelta, le dije alguna cosa y me dormí. Muchas levantadas nocturnas por los gritos de Milo. El dolor que seguía. Un cansancio. Y una angustia que genera marido, que sé no puede evitar pero me altera. Tengo muchas cosas que hacer y pocas ganas. Perder el entusiasmo es así. El malestar físico, no ayuda. De la cresta de la ola, te caés al pozo que hacen los pendejos en la orilla. No está bueno. Muchos caracoles.

Pero no hay que dejarse vencer. La labilidad no puede ser tal.

En otro orden de cosas, mi madre le quiere cambiar el nombre a la perra, se le ocurrió: Pamela. Ay dios, no. Yo le sugerí Antonieta. Si vamos a cambiar...

Y no mucho más. El clima está hermoso. El cielo acá arriba sigue despejado. La temperatura, ideal. Y mi psique ahí, esquiando por la cornisa. Pero ni modo.

Así las cosas, chicos.
Levemente caídas.

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