jueves, 18 de marzo de 2010

tengo ganas de escribir

Aunque no sé bien qué. Pienso en mí, mucho.

Ayer alguien dejó un comentario respecto al asunto del aborto en el que decía que las mujeres que abortan no merecen ser madres. Le doy vueltas al asunto desde que lo leí y pienso muchas cosas a la vez. Me cuesta plasmarlas de una manera adecuada.

Merecer es un verbo tan descomunal. Tan desatinado. ¿Quién merece qué y por qué? El mundo es el lugar más injutos imaginable. Yo tengo mucho más de lo que la mayoría sólo porque tuve suerte. Porque nací en un buen lugar. Y sin embargo, me doy el lujo de quejarme. Al menos en este espacio. Porque la vida real, chicos, es distinta. Al menos, tiene más matices, otras dimensiones, buenas y malas. Muchas veces dije que soy una persona llena de defectos, la mayoría del tiempo pienso que tengo más defectos que virtudes y no lo digo en un gesto de falsa modestia, cosa que no me interesa en lo más mínimo.

Estoy segura de todos merecemos tener hijos. O no. Si hubiera un jurado que decidiera quién puede procrear, tal vez, emitiría un juicio negativo hacia mi persona. Yo, como todos, hago lo que puedo y no creo que sea suficiente. Soy una madre exigente, poco paciente, no me gusta jugar con mis hijos, todavía me estoy preguntando quién soy, qué quiero de la vida, intentando un equilibrio que, todos sabemos, me es esquivo. Sí, hago lo que puedo y soy un mar de falencias. Mis hijos me reclamarán, seguramente, que no les presté la atención que merecían aunque estoy todo el día con ellos. Les leo, como con ellos, los ayudo con la tarea. Sí. Pero muchas veces estoy ausente, preocupada por mí. Por mis cosas. Les grito mucho más de lo que merecen, no los malcrío, no les compro cosas jamás. No los dejo comer dulces, les digo que agarren bien los cubiertos, los presiono para que les vaya bien en la escuela. Pero los amo indiscutiblemente. Fui madre muy joven y siempre me fluyó. No tengo demasiado tematizada la cuestión. Soy madre. Punto.


Bueno, no sé a qué venía este mar de pavadas. Ah sí, a que todos tenemos el derecho a ser y hacer lo que se nos de la reverenda gana. Y en eso creo positivamente. La cosa es no joder a los demás, lo que, también sabemos, es bastante complejo. En algún momento mis hijos tendrán un blog o un analista y se quejarán de mí sin tapujos.

Ya sé, estoy perdiendo la gracia, chicos. Perdón. Es el clima del orrrto. Gris horrible, lluvioso, cuando debería estar primaveral y sentador.
Milo se siente pésimo, no quiso comer y tose sin parar. Roberta no fue a la escuela por la fiebre y la tos. Espero que esté bien para el sábado porque es el festival y baila vestida de Frida Kahlo (deformidades del bicentenario, ella igual desea con toda su alma bailar la canción del mundial de Ricky Martin).

Ahora, los dos grandes dibujan al lado mío, Tita canta y su hermano la odia. Somos lo que podemos. Y no está tan mal.

Yo me pongo a laburar antes de colgar la foto en pelotas que tengo dando vueltas hace semanas.
Así las cosas.
Maternales.

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