viernes, 26 de marzo de 2010

El arte de la fuga.

La casa está en silencio y muy desordenada. Simón se quedó a dormir en lo de Dante. Tita fue con Lisa a buscar el pijama de Dana y nunca volvieron, presumo que se quedaron prendiendo las velas de Shabat. Milo duerme. Y Diego no llegó.
Me dieron ganas de escuchar Bach aunque me da un poco de tristeza. Me dio melancolía. Extraño. Sentimientos raros.
Acá no hablé de Pesaj. Es el lunes, ni siquiera sabía. No tenemos festejos, no tengo ganas de generarlos tampoco. Me siento lejana, ajena. Estuve escribiendo sobre eso en un mail y no me dan ganas de extenderme pero cada vez me siento menos cerca del judaísmo. Y me da una leve pena por la historia, por mis hijos, mis abuelos, mi familia en general. Pero no tengo por dónde entrarle.
Estuve con Lisa y Carmen después de la siesta. Mi vida es un delirio. Improductividad total. Me reí y también me dio pena. Yo no quiero, bajo ningún concepto, seguir casada si no hay amor. No es una concepción romántica e ingenua. Es una cuestión de principios. La vida es una y yo la quiero pasar bien. La pareja para mí es primordial. Me sorprende a lo que se somete la gente. Y no porque mi matrimonio sea un lecho de rosas, lejos está de serlo (aunque en honor a la verdad, los peores infiernos ya no se dan con la frecuencia con la que se daban antes), simplemente está vivo, hay pasión (y no hablo de sexo) y amor.
Llegó marido.
Me voy a estar con él.
Así las cosas.

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